sábado, 27 de enero de 2018

La rebelión de las mujeres

El 13 de agosto del año pasado, las mujeres vivieron una multitudinaria movilización que organizaron colectivos en busca de justica ante el incremento de feminicidios que es el asesinato de mujeres por parte de hombres. Este tipo de crímenes es uno de los más sangrientos y suele estar precedido de violencia sexual y otros hechos que atentan contra la dignidad de la mujer. Se sostiene que el feminicidio es una reacción misógina de los hombres en relación a supremacía de género asignada a ellos.

Este año, a través de las redes por el hashtag “#NiUnaMenos” se ha venido anunciando que las mujeres volverán a tomar las calles. Partirán del Campo de Marte y llegarán al Palacio de Justicia para decir basta al alarmante incremento de casos de feminicio que cada vez despierta mayor indignación y refleja que somos una sociedad enferma donde la mujer sigue siendo un objeto a dominar.

SER MUJER EN EL PERÚ ES DIFÍCIL Y MUCHAS VECES DOLOROSO 

El aumento de las formas de violencia contra la mujer nos enfrenta a una realidad en que ser mujer en el Perú, no solo es difícil, en ocasiones también es doloroso. Prueba de ello es la marcha “#NiUnaMenos” cuya finalidad es visibilizar los casos de violencia contra la mujer que se basa en la desigualdad en relación con el poder entre hombres y mujeres, sea en la familia, la comunidad y la sociedad que se basa en estereotipos culturales machistas que gozan de permisibilidad en la sociedad. Por ello, el movimiento. “Ni una menos” ha crecido de forma sostenida al buscar erradicar las diversas formas de violencia hacia las mujeres.
 
En este contexto de violencia surge la necesidad de que medidas legislativas y de justicia se apliquen, articulen y se ejerzan los derechos de la mujer. Porque, si bien ha pasado un año de la movilización #NiUnaMeno de agosto pasado aún la violencia sexual y de género, la administración de justicia debería verificar un deslinde sancionador y se hace necesario presionar para robustecer la cadena que involucra la denuncia desde el agente policial, el Ministerio Público hasta el organismo jurisdiccional.

LA REBELIÓN DE LAS MUJERES 

Nicole Laurin-Frenette (1989) ha referido que las relaciones entre las mujeres y el Estado no son armoniosas, después de todo, nunca lo fueron. Pues el Estado no resolvió en el pasado y no está en vías de resolver en el futuro las contradicciones que nutren la rebelión y la resistencia de las mujeres.
 
Las feministas consientes que las autoridades no están de acuerdo con la legislación y las decisiones del poder judicial y el congreso acerca de los derechos de la mujer, la rebelión de las mujeres es fundamental ante los feminicidios en masa y las cosas aberrantes que todos los días la televisión nos muestra “la golpeó hasta desfigurarle el rostro”, “la asesinó por celos”, “hombre atacó a su ex pareja con un taladro”. Asimismo, al recibir a gritos groserías en la calle, cuando sus cuerpos son territorios donde el rozamientos y los tocamientos en el transporte se convirtieron en hechos naturales. Nadie levantaba su voz de protesta. Los abusos habían perdido impacto en la mujer. Hasta que surgió “Ni una menos” hizo tomar conciencia de dónde nos encontrábamos las mujeres. Ellas saben que juntas es posible ver las cosas de otra manera. Pues, hoy día, todos hablan del tema.
 
CIFRAS QUE NO ENGAÑAN
Las cifras que grafican la violenta realidad. El Ministerio de la Mujer y Poblaciones Vulnerables (MIMP), informó este año que entre enero y mayo de este año se habían registrado 45 casos de feminicidio y 105 tentativas de este delito a nivel nacional. Además, estos abominables hechos ocurren cuando el Perú ocupa el tercer lugar en la relación de países con mayores índices de violaciones sexuales en el mundo, luego de Bangladesh y Etiopía.
 
De enero a junio de 2017, los Centros de Emergencia Mujer del Ministerio de la Mujer y Poblaciones Vulnerables registraron 1392 denuncias por violación sexual.
 
Según información del INPE, la violación sexual de menores de edad es el segundo delito más frecuente en varones. Y si sumamos todos los delitos contra la libertad sexual (violación sexual y actos contra el pudor), encontramos que el 19% de la población penitenciaria masculina ha cometido este tipo de delitos.
 
En el año 2012, el Instituto de Opinión Pública de la Universidad Católica a nivel nacional daba cuenta de que el 23.2% de mujeres que tenían entre 18 y 29 años de edad fue víctima de roces incómodos y frotamientos en el transporte público y/o espacios congestionados, porcentaje que se elevaba a 37.7% en Lima Metropolitana.
 
La Encuesta Nacional de Hogares (Endes 2015), en los 12 meses de ese año, indicaba que el 2.9% de mujeres alguna vez fueron violentadas sexualmente por sus esposos o compañeros. El 2,6% fueron obligadas por sus esposos o compañeros a tener relaciones sexuales, aunque ellas no querían; y el 1,3%, a realizar actos sexuales que ellas no aprobaban.
 
Se sabe que la cultura de la violación sexual en el Perú estigmatiza socialmente a las víctimas, las mujeres. Las culpa y desvaloriza. Desalienta la denuncia. Ahora sabemos que la mayoría de las víctimas de estas denuncias son niñas y adolescentes, que muchas resultan embarazadas producto de violaciones por familiares cercanos, imponiéndoles embarazos y maternidades forzadas. Por ello, tenemos la esperanza que desde los niños y las niñas se pueden construir otro país. Si la violencia de la mujer se aprende a naturalizar, es nuestro deber educar a nuestros niños teniendo en cuenta de este mal, puesto que los niños y las niñas desarrollan nociones de justicia a temprana edad, de lo correcto y lo incorrecto. Si no compartimos con nuestros niños y hacemos visible la violencia sexual vamos a continuar reproduciendo el mismo patrón.
 
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Artículo publicado en diario UNO, 13 de agosto de 2017.
Ver http://diariouno.pe/columna/la-rebelion-de-las-mujeres/:

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