lunes, 3 de diciembre de 2018

Linda Lema Tucker: “Manuela Sáenz estaba en permanente desacato”

Diario "La República", 29 de octubre de 2018
Redacción: Pedro Escribano
 
La quiteña Manuela Sáenz bien podría ser “la muchacha mala de la historia”, como reza el famoso poema de María Emilia Cornejo. Heroína, además de amante de Simón Bolívar, fue una mujer épica, transgresora de las “buenas costumbres” de la época y que no dudó en dejar al hombre que la había desposado para irse al lado del hombre que ella amaba. Tampoco dudó en pertrecharse e ingresar al campo de batalla como un soldado más para luchar por la libertad, como lo hizo en la batalla de Ayacucho. La socióloga Linda Lema Tucker acaba de publicar la biografía Manuela Sáenz, la heroína olvidada (Arteidea Editores).
“Vamos camino al Bicentenario, esta mujer encarna ello. Este libro rescata toda su permanencia, compromiso, rebeldía, lucha y memorias, que no habían sido puestas en evidencia, sobre todo desde su carácter de mujer”, afirma Lema Tucker.
¿Además de hacer historia, intentas una lectura de género de Manuela Sáenz?
Si no me equivoco, la República es el símbolo de la lucha feminista en esos años. Ella, en el recorrer de su vida y en la lectura de su Diario de Paita como el Diario de Quito, está en permanente desacato al rol que impuso la Colonia y que sobrevivió en la República. La República y la Ilustración no cambiaron la vida de las mujeres. La mujer estaba reducida al entramado de la casa, no podía ejercer actividad pública ni tener vinculación con el poder. Entonces, lo que hace ella es reírse de eso y lo enfrenta. En Panamá, fumaba, bebía, desobedecía todo. Asume el compromiso de luchar por la libertad. Su actuación debe entenderse como una reivindicación de las mujeres.
En su libro cuenta que en Lima hizo de la saya y el manto un vestuario de insurrección.
Así es. Ella lleva cartas, participaba en las tertulias patrióticas e hizo amistad con Rosita Campusano, amante de José de San Martín. Hay muchos hechos vinculados con cartas que venían del sur y norte, que las mujeres hicieron como una red de espionaje.
La sociedad mojigata limeña no le perdonó ser amante del Libertador.
Pero no solo eso, tampoco le perdona haberse enfrentado al poder instaurado por los criollos, que algunos apostaban por la monarquía. Además, Manuela Sáenz carga con todas las fobias que le tenían a Bolívar. Los enemigos de Bolívar se convierten en enemigos de ella, como Santander. Al final de su vida, después de muchas guerras, se afincó en Paita. Tejía para sobrevivir y así la sorprendió la muerte, altiva. 
La quiteña Manuela Sáenz bien podría ser “la muchacha mala de la historia”, como reza el famoso poema de María Emilia Cornejo. Heroína, además de amante de Simón Bolívar, fue una mujer épica, transgresora de las “buenas costumbres” de la época y que no dudó en dejar al hombre que la había desposado para irse al lado del hombre que ella amaba. Tampoco dudó en pertrecharse e ingresar al campo de batalla como un soldado más para luchar por la libertad, como lo hizo en la batalla de Ayacucho. La socióloga Linda Lema Tucker acaba de publicar la biografía Manuela Sáenz, la heroína olvidada (Arteidea Editores).
“Vamos camino al Bicentenario, esta mujer encarna ello. Este libro rescata toda su permanencia, compromiso, rebeldía, lucha y memorias, que no habían sido puestas en evidencia, sobre todo desde su carácter de mujer”, afirma Lema Tucker.
¿Además de hacer historia, intentas una lectura de género de Manuela Sáenz?
Si no me equivoco, la República es el símbolo de la lucha feminista en esos años. Ella, en el recorrer de su vida y en la lectura de su Diario de Paita como el Diario de Quito, está en permanente desacato al rol que impuso la Colonia y que sobrevivió en la República. La República y la Ilustración no cambiaron la vida de las mujeres. La mujer estaba reducida al entramado de la casa, no podía ejercer actividad pública ni tener vinculación con el poder. Entonces, lo que hace ella es reírse de eso y lo enfrenta. En Panamá, fumaba, bebía, desobedecía todo. Asume el compromiso de luchar por la libertad. Su actuación debe entenderse como una reivindicación de las mujeres.
En su libro cuenta que en Lima hizo de la saya y el manto un vestuario de insurrección.
Así es. Ella lleva cartas, participaba en las tertulias patrióticas e hizo amistad con Rosita Campusano, amante de José de San Martín. Hay muchos hechos vinculados con cartas que venían del sur y norte, que las mujeres hicieron como una red de espionaje.
La sociedad mojigata limeña no le perdonó ser amante del Libertador.
Pero no solo eso, tampoco le perdona haberse enfrentado al poder instaurado por los criollos, que algunos apostaban por la monarquía. Además, Manuela Sáenz carga con todas las fobias que le tenían a Bolívar. Los enemigos de Bolívar se convierten en enemigos de ella, como Santander. Al final de su vida, después de muchas guerras, se afincó en Paita. Tejía para sobrevivir y así la sorprendió la muerte, altiva. 

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