sábado, 27 de enero de 2018

Micaela Bastidas, la heroína invencible de 1780

Micaela Bastidas Puyucahua, heroína de la emancipación y, como describe Carlos Daniel Várcarcel, una mujer con los caracteres de un personaje de valor innegable al cumplir un rol protagónico en la rebelión anticolonial de 1780. Es, por ello, uno de los personajes femeninos más representativos del género cuando se habla de la gesta libertadora del siglo XVIII, pero, obviamente, no es la única. Pero ahora, hablaremos de ella, de la heroína invencible.
 
Ella persiguió los ideales libertarios junto a esposo y compañero, Túpac Amaru, a lo largo de las luchas armadas por defender a la patria. Una líder indiscutible con un particular don de persuasión que lograba obediencia y confianza para la misión emprendida y que atrajo a la causa a párrocos, vecinos distinguidos y numerosos caciques. No solo fue una gran organizadora de la gran rebelión, sino el cerebro de Túpac Amaru en 1780, pues ella será la patriota que lo alienta, lo guía y se dice que hasta lo recrimina.
 
SUS ORÍGENES 
Nació el 23 de junio de 1744; su lugar de nacimiento es aún objeto de suposiciones. Algunos historiadores señalan que nació en Pampamarca, Cusco. Otros relatan que nació en Tamburco, región de Apurímac, en 1745 y hay quienes señalan que nació en Abancay.
 
Lo cierto es que Micaela Bastidas fue una destacada patriota mestiza, hija de una indígena y de un español descendiente de africanos, Josefa Puyuqawa y Manuel Bastidas. Su condición económica como hija de una familia de la aristocracia dedicada a la agricultura y ganadería la hicieron ocupar un lugar en la escala social española.
 
SU AMOR POR TÚPAC AMARU
Micaela Bastidas mostró siempre poseer una belleza excepcional y un porte distinguido. De cabello ondulado y tez bronceada, sus enemigos le llamaron “zamba”, ya que en esos años se daba ese nombre a los descendientes del mestizaje entre indígenas y negros africanos. Es por ello que Aníbal Quijano señala que los europeos categorizaron a los grupos humanos del período colonial de la América como blanco, negro e indios. Es más, refiere que ese poder colonial, está aún presente y que no ha sido eliminado. Pero vayamos a nuestro tema.
 
Cuando Micaela Bastidas cumplía los 15 años de edad conoció al joven cacique Túpac Amaru, cuyo nombre era en realidad José Gabriel Condorcanqui, cacique de Surimana, Tungasuca y Pampamarca, descendiente de un privilegiado grupo social del Imperio Inca. Ella se enamoró perdidamente de Túpac Amaru. La pareja formalizó el noviazgo y poco después, el 25 de mayo de 1760, se casaron en la iglesia Nuestra Señora de la Purificación de Surimana. Tuvieron tres hijos, Hipólito, Mariano y Fernando, quienes desde muy jóvenes colaboraron en la rebelión andina. Si bien la familia gozaba de una posición acomodada, vivían indignados por los abusos que sufrían los indígenas, la esclavitud de los negros, la elevación de los impuestos y los abusos contra los indios. En el caso de Micaela no solo se trataba de ella, sino de todas las mujeres que se involucraron en la gesta del Cusco. Hasta hoy se escucha su memorable proclama: “Ya no tengo paciencia para aguantar todo esto”.
 
MICAELA BASTIDAS Y LA REBELIÓN DE 1780
 
Micaela Bastidas se convirtió para Túpac Amaru en una pieza clave estratégica. Fue su consejera y ocupó una posición de dirección en la planificación de la insurgencia. Llegó a dirigir varias acciones e intervino en la captura del corregidor de Tinta, general Antonio de Arriaga, odiado por sus abusos y maltratos, ejecutado en la plaza de Tungasuca el 10 de noviembre de 1780. Una semana después, el 18 de noviembre, Micaela Bastidas cumplió un papel decisivo en la batalla de Sangarará, opinando que las acciones debían proseguir rápidamente para evitar que los españoles se restablecieran, y así lanzó la ofensiva sobre la ciudad del Cusco.
 
Pero lo cierto es que no solo la independencia estaba en juego, sino también el rol de la mujer indígena y su participación social y política contra el coloniaje español. Es en estos momentos en que aparece un batallón de mujeres involucradas como espías, recolectoras de armas y protectoras de campesinos durante la insurrección, luchadoras andinas, aymaras y quechuas quienes la apoyan en el levantamiento. Frente a estas mujeres, exclama: “Por la libertad de mi pueblo he renunciado a todo. No veré florecer a mis hijos”.
H
ermoza Alarcón, en su valioso artículo “Género en la era borbónica y participación de la mujer en la Independencia del Perú”, señala que tras la derrota militar de la rebelión en la batalla de Tinta y tras el estado de sitio del Cusco, Micaela Bastidas fue capturada cerca de Livitaca, donde tenía planeado huir con su familia a La Paz. Tupac Amaru correría la misma suerte. Ella entró al Cusco como prisionera de guerra, y se detalla que pasó erguida y orgullosa, sin mostrar ningún rasgo de temor.
 
 
 
EL SACRIFICIO HEROICO
 
El 15 de mayo es condenada a muerte y la ejecución se realiza tres días después en la plaza de armas del Cuzco. A la vista de su esposo, familiares y gran presencia del pueblo se cometió uno de los más crueles genocidios de la historia de la humanidad.
 
En forma cruel y con un padecimiento aterrador fue ejecutada Micaela Bastidas, aún antes que su esposo. Con el rostro desafiante, la valerosa y noble mujer ascendió altiva y orgullosa al tablado donde le darían muerte. Los españoles intentaron arrancarle la lengua, pero solo pudieron realizarlo luego de muerta, tal fue su resistencia. Padeció mucho sometida a la pena de los golpes por garrote, y el metal de ahorcamiento no logró cerrar su cuello por ser muy delgado, razón por la que sus verdugos le aplicaron alrededor del cuello un lazo del que tiraron hasta ahorcarla. Así murió, horrendamente, una de las más grandes heroínas que ha tenido el Perú, cuyo sacrificio por la justicia social abrió un nuevo horizonte para la lucha emancipadora.
 
La muerte de Micaela Batidas no ha sido en vano, ya que las causas que motivaron la rebelión de 1780 produjeron cambios en el sistema político administrativo, cambiándose en la supresión de los corregidores e instaurándose el régimen de las intendencias. Además, se creó la Audiencia del Cusco, donde se ventilaban casos de abusos en contra de los indígenas. En adelante, las mujeres aprendieron la lección de lucha y sacrificio de nuestra heroína invencible: Micaela Bastidas.
 
En estos momentos, las heroicas maestras de la plaza San Martín guardan en su lucha de cuarenta días, el mandato de su inmortal vocación rebelde.
 
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Articulo publicado en el diario UNO, el 28 de agosto del 2017.
Ver: http://diariouno.pe/columna/micaela-bastidas-la-heroina-invencible-de-1780/

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