sábado, 6 de agosto de 2022

Manuela Sáenz yla Batalla de Junín




Manuela Sáenz se entregó por completo a la obra emancipadora y no descansaría ni un momento en Lima. A partir de octubre de 1823, participó junto con el ejército libertador y asumió nuevas responsabilidades. Aprovechó la oportunidad para demostrar su capacidad organizativa, entereza, fidelidad a Bolívar y a la causa patriótica. Así, despachó la correspondencia con los generales y medía la temperatura política y moral del ambiente, en un entorno predominantemente masculino y cargado de prejuicios. Ella fue consciente de su papel en esta historia.

Pronto recibía cartas y las ordenaba, hablaba con los oficiales y no descansaba en la tarea encargada. Comenzó a concentrar poder sobre los asuntos del Libertador; era una secretaria, una asistente, una representante para llegar a Bolívar. Se posicionó como una mujer de poder, al ser miembro del Estado Mayor del ejército libertador. Y así se fue transformando de guardiana de los archivos a colaboradora política. Su nueva forma de vida requirió realizar modificaciones sustanciales respecto a quienes la rodeaban, pues en un clima adverso para la obra de Bolívar, la seguridad de los círculos cercanos era de cuidado.

La élite aristocrática y patriarcal la llamó despectivamente “La Sáenz”. Esta corriente no cesó de afligirla. Fue la comidilla de una Lima que a diario evocaba un pasado de recato y mojigatería. Estos hechos la empujaron a acelerar su incorporación en las filas del ejército libertador. Pensó que así podría silenciar a la conservadora élite y a sus mujeres, quienes evadían su libertad de pensamiento y actuar político.

A principios de 1824 Bolívar regresa a Lima, donde declara que la situación de la libertad del Perú estaba seriamente comprometida. Luego, el Libertador marchó hacia el norte y se detuvo en el pueblo de Pativilca, donde cayó gravemente enfermo. Al enterarse de la salud quebrantada de su amado, Manuela partió a caballo inmediatamente desde Lima, en compañía del general Necochea. El recorrido fue largo, pero el estar a su lado borraba cualquier distancia. El único obstáculo era el tiempo para llegar cuanto antes hacia él.

La confusa madeja de apetitos y pugnas en la política peruana, azuzada por los españoles y sectores de la Iglesia que habían sido despojados de sus bienes, forzaron a que Manuela adelantara su integración a la campaña militar, junto con el núcleo principal del Gobierno patriota. Así, decidió marchar rumbo a los Andes, donde se llevarían a cabo las más importantes batallas.

Manuela instó a que Bolívar la autorizara a formar parte de la Batalla de Junín y él, quien siempre se había resistido a su participación militar, terminó por aceptar. Las murmuraciones y las habladurías que recorrían todo Lima se avivaron cuando la vieron salir de las murallas, luciendo uniforme militar a manera de hombre y montando a caballo armada con pistolas.
Este hecho causó controversia y remeció los cimientos de la moral católica y la mentalidad patriarcal de la época. La Batalla de Junín estaba próxima. Un triunfo le esperaba al ejército libertador. Manuela no se amilanó ante las dificultades y resolvió continuar el viaje hacia las Pampas de Junín. Sin embargo, el camino era dificultoso: a caballo y acompañada por una tropa, pudo cruzar la cordillera, pero penosamente llegó retrasada.
En las alturas de la cordillera, junto con el núcleo principal del Gobierno, recorrieron trescientos kilómetros por los escarchados Andes, en donde el hielo llega a quemar su rostro y manos. La Batalla de Junín estaba próxima. Un triunfo le esperaba al ejército libertador. Manuela no se amilanó ante las dificultades y resolvió continuar el viaje hacia las Pampas de Junín. Sin embargo, el camino era dificultoso: a caballo y acompañada por una tropa, pudo cruzar la cordillera, pero penosamente llegó retrasada.
La Batalla de Junín del 6 de agosto de 1824 culminó con la victoria patriota y dio inicio a la libertad del Perú. Manuela no pudo contener las lágrimas; una alegría insaciable irradió su rostro. No combatió, pero su valor y eficiencia en las actividades militares desarrolladas le merecieron el reconocimiento. Victoriosa y desafiante se prepara junto al ejército patriota, partir a la gloria de Ayacucho.

jueves, 24 de febrero de 2022

Eduardo González Viaña: “La historia sin barbas ni patillas” Exitosa, 22 setiembre 2121

 https://exitosanoticias.pe/v1/opinion-eduardo-gonzalez-viana-la-historia-sin-barbas-ni-patillas/

"Dio cara al enemigo en decenas de batallas. Condujo la guerra en el más vasto territorio del mundo durante el siglo XIX".
"El libro que comento, además de ser excelente, ha sido el más vendido en la Feria de Miraflores. Ningún título lo alcanzó y eso muestra que ya comienza en el Perú el comienzo de una nueva forma de ver la vida". 

Sin embargo, en el momento más grave de su vida, sorprendido en su dormitorio y con cinco fusiles apuntándolo, no hubo un solo hombre que lo defendiera. Sólo hubo una mujer.

Se llamaba Manuela Sáenz (1797- 1856). Fue la libertadora del libertador.

Así comencé hace tiempo una nota sobre la “compañera Manuelita” y así comienzo esta sobre “Heroínas peruanas del bicentenario” de Linda Lema.

En la historia malenseñada, para emprender una vida heroica es necesario exhibir luengas barbas o bien cortadas patillas.

En ese cuadro, no caben las mujeres. Y sin embargo las hay, las hubo siempre. En mi libro “¡Kutimuy, Garcilaso!”, el autor de los Comentarios se prenda de Magdalena, una bailarina del Taqui Ongoy, de aquellas que conservaron el culto andino de las montañas y de esa manera propagaron una rebelión indígena que no termino nunca. Tan bella y mágica es que, al lector no le queda otro remedio que vivir enamorado de lo inexistente, o de ella.

En “Heroínas…”, Linda Lema Tucker revisa las vidas de quince mujeres fundamentales en la historia peruana. En primer lugar, las valientes Micaela Bastidas, Tomasa Tito Condemayta, María Parado de Bellido nos sitúan en las rebeliones indígenas contra la opresión colonial para llegar a las guerras de la independencia con Manuelita Sáenz y la Mariscala Francisca Zubiaga.

El siglo XIX y el XX llegan con Elvira García y García, las destacadas escritoras Mercedes Cabello y Clorinda Matto, María Jesús Alvarado y Dora Mayer y por fin Magda Portal quienes muestran que la lucha por derechos civiles de la mujer está ligada a las grandes causas sociales.

El recorrido se cierra con la periodista Doris Gibson y la historiadora María Rostworowski.

Sesgada y machista, la poca información que se da sobre su vida haría suponer que todo el mérito de Manuelita residiría en haber sido la amante del libertador. Nada más falso e injusto porque, además de participar en las batallas definitivas, fue la conspiradora de su tiempo o la subversiva, en el lenguaje de los cobardes de hoy.

El libro que comento, además de ser excelente, ha sido el más vendido en la Feria de Miraflores. Ningún título lo alcanzó y eso muestra que ya comienza en el Perú el comienzo de una nueva forma de ver la vida.